Una vez más, cualquier jornada, sea del tipo que sea, es un auténtico éxito con mis queridos amigos "los Chivos". Esta vez estaba planeado ascender al Pico Torrecilla (1.919mt) y acompañado de los enanos (y algunos ya no tan enanos) de muchos de nosotros e incluso, alguna de "nuestras" féminas. Sin duda ha quedado claro que hagamos lo que hagamos sabemos cómo hacerlo y lo convertimos en un día de risas, buen compañerismo y ejemplo manifiesto de amistad. Chapó!!
A eso de las 10 de la mañana ya estábamos comenzando a andar con todos nuestros avíos. Los niños más pequeños iban bien abrigados para evitar cualquier riesgo y los medianos, más acorde con la climatología real del día, que por cierto, fue ideal. Soleado, buenas temperaturas y sin apenas viento.
Ascendimos por la parte del Cortijo de los Quejigales, acceso desde Ronda. La distancia a la cima es algo menor que desde La Yunquera pero, el desnivel del inicio se pronuncia algo más. Pronto nos vimos subiendo entre densos bosques de pinsapos que oscurecían amablemente el día. Ese primer tramo te hace entrar en calor irremediablemente, notas que te va sobrando ropa y que las piernas se preparan para lo que haga falta.
Algunos de los pequeños subían que parecían cabras montesas, exentos de todo sacrificio y esfuerzo físico. Tras un primer tramo, la ascensión dejó a una planicie nevada con unas vistas literalmente MARAVILLOSAS. Podías ver el mediterráneo eclipsado por el reflejo del sol, el "sky-line" de la Sierra de las Nieves, el Peñón de Gibraltar e incluso las primeras montañas africanas. Era absolutamente delicioso poder estar allí en un día tan claro y en tan buena compañía.
Hicimos un pequeño alto en el camino para que los más enanos pudieran jugar tirándonos bolas de nieve a destajo y tirarse por toboganes naturales hechos en la pendiente de nieve. Personalmente andaba en el clímax, a parte de estar con grandes amigos y sus hijos, estaba con los míos y mi querida Rocío. A todos los veía felices y disfrutando cada instante como si llevaran años entre montañas.
Pronto llegábamos al punto antes de la ultima rampa, la que lleva directo a la cima del Torrecilla. Algunos decidieron parar a comer, otros decidíamos continuar para acometer la cima lo antes posible y Marcos, que tenía que volver a Sevilla pronto, se calzó sus zapatillas running y volvió de vuelta al coche como si fuera un Gato Montés.
Lucas (ya dormido), Tano, su hijo Fede y yo, decidimos continuar hacia la cima. Yo llevaba a Lucas totalmente frita en mi espalda. La pendiente de ascenso se "endiabla" y se alarga durante unos 25 minutos hasta arriba. El buen tiempo había atraído cual panal de abejas a todo tipo de personas al lugar, no obstante decidimos continuar hacia arriba. A mitad de la subida, Lucas se despertó algo incómodo por la postura en la mochila porteadora. Su cara de asombro y felicidad fue impresionante, sabía donde estaba y sobre todo a donde llegaba: A LA CIMA!. Traía sabido de casa la altura del pico y su naturaleza, que encontraría grandes vistas y que estaría en uno de los puntos más altos de Andalucía y el más alto de Málaga. Estaba desbordante.
Una vez arriba, y tras un esfuerzo mayúsculos, pudimos hacernos unas fotos y le expliqué qué veíamos desde allí arriba. El resto de Chivos, Chivas y Chivitos iban llegando y nos íbamos desperdigando por los rincones que mejor nos parecía. Era alucinante ver a los niños allí arriba, menuda cantera se está creando.
Calcule el tiempo de regreso al coche y vi oportuno ir bajando con Lucas. Mi paso es algo más lento de lo normal y no quería que se nos echara la noche. Cuando terminamos de bajar y llegamos al punto de encuentro nos encontramos con dos sorpresas, la primera que el resto del grupo que allí se había quedado, por seguridad, ya habían vuelto hacia los coches, y la segunda, ver a mis buenos amigos Paul Jowers, Fernando Pérez, Juan R. Mowbray y Manolo Castro tomándose el bocadillo y disfrutando del rato de sol. Nos unimos al "lunch-time" y cuando terminamos, decidimos continuar nuestro camino.
Tenía cierto temor, el tiempo de bajada estaba entrelas 2h30m y las 3 horas. Quizás eso era los que faltaba de luz y no podiá pensar bajar el último tramo de denso bosque a oscuras con un niño de 4 años. Él, algo dolorido ya en sus sus "huevecitos" por tantas horas sentado en la mochila, me pedía bajar y andar conmigo, sin embargo y muy a mi pesar, me negaba que darle ese placer retrasara nuestra bajada y nos cogiera la noche, así se lo expliqué y lo entendió muy bien.
La bajada la hicimos entre canciones, juegos inventados improvisadamente y aproveché para enseñarle todo lo que yo sabía de las cosas que nos encontrábamos a nuestro paso. Sin duda fue uno de los mejores momentos que he pasado junto a él. Me demostró que tiene un temple y una forma de afrontar los momentos menos agradables que me reconfortó mucho como padre. Nunca olvidaré esas 3 horas.
Mi espalda y "sus huevos" (como decía continuamente) empezaban ya a ser un dolor intenso, pero gracias a que aumenté el ritmo considerablemente, vimos pronto la llegada y los coches que tanto le prometí veríamos a la siguiente vuelta de la esquina. Rocio nos vió de lejos y como si lleváramos días perdidos vino corriendo hacia nosotros y nos fundimos en un abrazo muy entrañable.
Olivia estaba dentro de la furgoneta de Pedro con su prima Luna y otros de los niños, calentita y a buen recaudo.
El resto de Chivos fueron llegando y las caras de satisfacción y cansancio eran para verlas. Los niños cansados, los padres también, pero la soberana felicidad se traducía en el rostro de todos.
Una vez más todo había salido bien y fue un día de disfrute y de transmitir escuela a las futuros Chivos.
Dedicado al gran "Club Deportivo Alpino El Chivo".
Si hay alguien ahí, gracias por estar
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