lunes, 10 de junio de 2013

Os dejo la excelente crónica que mi hermano Marcos ha escrito referente a la prueba que satisfactoriamente finalizamos. Espero la disfrutéis tal y como yo lo he hecho. 

Mañana subo la mía propia!
Felicitar de nuevo a todos y muy especial a mis dos hermanos!

La soledad de un deporte en familia

Hay ocasiones en las que un acontecimiento, por deseado, tarda en llegar. Cuando la cita es ineludible por compromiso propio y además se trata de una prueba de resistencia y autocontrol, el anhelo y las expectativas pueden hacerte fracasar en tan señalado día. Por el contrario, los años y esa autoridad que otorgan fracasos anteriores te enseñan a encaminarte hacia la meta disfrutándola, especialmente el día señalado.
Ese día fue ayer, sábado 8 de junio, día de la I Triatlon Media Distancia de Punta Umbría. La primera también en compañía de mis hermanos pequeños Pablo y Lucas. Al mayor, Pedro, le tocaba “descansar” (ya probó suerte en la III de Sevilla) haciendo de su compañía y apoyo gran parte de nuestro éxito.
No porque ganáramos nada (que no, desvelamos el final de esta crónica, aunque medalla hubo). Bien aprendido lo tenemos desde que nos hemos iniciado en esto del Triatlon, más bien tarde: Se pierde y se gana en función de tu exigencia y del empeño en la superación que hayas querido demostrarte hasta el día de la competición, cuando las sensaciones, si todo te acompaña, deben dejarte buen cuerpo a pesar del tute integral que 5 - 6 horas continuadas van a recordarte el resto de la semana que estuviste nadando 1.900 mtrs en la playa, subido durante 92 kmtrs en la bicicleta pedaleando siempre a ritmo, y corriendo 21 kmtrs a golpe de calcetín.
Desde la Trisur Media Distancia de Sevilla, he querido mantener un severo calendario de entrenamientos para poder hacer frente a las exigentes condiciones de esta prueba, tanto física como psicológicamente: han sido 40 días a 2 horas intensivas de deporte diario, alternando la piscina con la bici estática, la cinta y las tiradas en el camino con la piscina y la bicicleta estática o en la carretera.
Esta  era mi segunda experiencia en una Media IronMan, y la mejor preparación que en la anterior me ha hecho estar menos pendiente de los “hechos colaterales”, aunque algunos puedo contar ahora que el recuerdo está fresco:
Lugar: Playa de Punta Umbría frente al Hotel Barceló y pinares circundantes.
Tiempo: de principios de primavera más que de antes de verano. 8 de la mañana, cielo despejado, nubes aproximándose y viento del suroeste. 14 grados.
Compañía destacada: cuñadas Ana y Rocío, Rocío y Ana, siempre al pie del cañón con sus hijos, mis sobrinos. También muy significativa, la presencia insólita de nuestro padre, pasmado con lo que veía y con una silueta atemporal, ajeno completamente a lo que allí parecía ocurrir. 



Primero el MAR:
O la Mar (tan bella como traicionera, como la llaman los pescadores), revuelta aunque no tan fría como cabía esperar. Algunas olas van llegando a la orilla marcando el tic tac del tiempo que queda para el pitido inicial.
Volvemos a ser tan sólo nosotros, los hermanos y un conocido de Sevilla, los únicos que nadaremos sin neopreno. El sol gana altura y la tensión enteros. Nos hacemos algunas fotos con los gorros puestos y tratamos de disfrutar del momento.
Salida caótica, demasiadas boyas de distintos colores marcando el recorrido romboidal. Trata la organización de explicar sin mucha fortuna sus cambios de última hora por un megáfono profiriendo una voz estridente. Lo repiten dos y hasta tres veces, yo creo que para que les dé tiempo a hinchar el arco de salida.
 Es a la australiana, todos corriendo hacia la orilla, muy adrenalítico. Palmaditas entre los hermanos y hala ¡! Me hago un hueco entre tanto petróleo refinado en neoprenos. No sabe uno si echarse a nadar pronto o avanzar hasta que te cubra y entonces zambullirte. Sea como fuere, tardo un buen trecho hasta que se salvan las olas que te quieren devolver de nuevo a la orilla. En cambio el vaivén de arriba abajo hace más entretenida la puesta en marcha. Me vienen recuerdos propios de la navegación, mareíllos similares. Se trata de cogerle el ritmo al mar, pienso.
Lo hago más bien pronto y mis sensaciones son buenas. Mucho mejores cuando torcemos de vuelta empujados por las olas que, aunque derivan hacia el flanco exterior, bien dirigidos y espoleados por el molinillo de las piernas te llevan a la salida, para entrar de nuevo. Hoy es así, hay que pisar la arena y girar en una marca para repetir el circuito. 
La visión a través de las gafas de nadar, saliendo del agua, con el cuerpo inflado, el tono de tensión justo y acercándote a las primeras personas que te animan, dan un feeling muy particular a la prueba, como si parte de ti fuera espectador de tu propia experiencia. Choco la mano a mi sobrino Lucas, aún espabilándose, y miro a mi padre con su sombrerete. Pedro me acompaña todo el camino hasta las bicis grabando la transición más torpe que recuerdo. Más de 3 minutos. Por si fuera poco, casi resbalo al montar la burra muy toreramente como a mí me gusta.

Segundo la BICI:
Yo no sé cómo será montar una bici de las modernas, pero la bicicleta de mi hermano Pedro con la que he disputado este segmento, me ha reportado una confianza ciega en mis piernas y posibilidades de acoplamiento.  
Cuatro vueltas de 24,5 kmtrs cada una a un circuito prácticamente llano y cerrado al tráfico en su mayoría, con buen piso idóneo para sacar una media de 32 km/h, tal como pude registrar. 
Amagos de tirones en la segunda vuelta, y sin embargo, en vez de mantener el ritmo me da caza un grupo al que decido unirme, incrementándolo de manera considerable. Parece que es justo lo que le hacía falta a mis piernas.
Rafa, Belmonte, Charly, etc son algunos de los compañeros de viaje a los que voy dando relevos, ellos a mí, distanciándonos, superándonos, volviéndonos a dar caza, reagrupándonos…
Drafting! Suena la señal de alarma, sanción con tarjeta amarilla, motillo sancionadora: “no vamos a ganar nada” le zampa Charly al juez motorizado. 
Cruces con mis hermanos, tomando referencias. Pierdo a Pablo en un par de vueltas y supongo que ha puesto pie a tierra. Supongo mal. Me entran ganas repentinas de quedarme a esperarlos y que le den a la competición, total “no vamos a ganar nada”. A Lucas en cambio lo veo con muy buen ritmo y buena planta.
Esta carrera se hace en solitario, aunque mi familia está también ahí. Fijas en la rotonda final Rocío y Ana, con sus gritos esperanzadores de que ya falte una vuelta menos. Pedro y su cámara presentes.
Dosifico fuerzas, aunque con menos sesos de los que debiera por el achuchón final, tomando alguna barrita y bebiendo agua continuamente. Para acabar le sigo el rastro a un tipo esbelto y espigado con una cadencia de pedaleo elegante y serena, redonda y firme.
Llego con muchas ganas a la Transición 2, la bici me jarta, a pesar de tener la certeza de haberle arreado de lo lindo y estar contento con la prueba, a priori porque falta correr.

Tercero la CARRERA:
Salgo disparado visionando mentalmente mi postura de pecho erguido y brazos vivos, encajando una respiración sostenida y profunda. La primera recta de 2,5 km de asfalto se me hace muy larga. Más aún cuando diviso los carteles indicadores del kilometraje por vuelta: 2-7-14-18…
La resistencia mental que muchos triatletas tienen que demostrar para aguantar el cambio de la bicicleta a la carrera a pie es digna de mención. Esta transición produce un resentimiento muscular en las piernas que puede dar al traste con la prueba. Esta vez me alegré de comprobar que estaba mejor preparado y en mi caso las piernas nos desfallecían.
Cuál es mi sorpresa que en el inicio de mi segunda vuelta a pie me cruzo con Pablo llegando con la bici y nos chocamos las manos. Va sonriente. Creo que es una de las personas recién llegas al deporte que mejor soporta el sufrimiento y mayor aguante tiene, todo a su ritmo, como debe de ser.
A Lucas me lo encuentro doblando yo la primera vuelta tras 5 km muy cerca de mí y con muy buena figura, estampa de corredor experimentado. Pienso que así, a ese ritmo, me dará caza pronto, porque yo me estaba viniendo abajo, con una molestia inusual en el lateral del muslo izquierdo, un simple pinchazo bastante molesto que me acompañará durante unos kilómetros más. 
La carrera de ida en la tercera vuelta vamos compartiéndola con los ciclistas de la Olímpica que ya eran de la partida. Por otro lado, me adelantará por entonces la primera de las chicas, una fiera rubia con la sonrisa puesta y botellita de agua en mano que corre descosida superándose a cada paso.
En sandalias un tal Montilla, que respiraba entrecortado como si fuera a embestir a alguno, yendo y viniendo con ritmo inconstante. Decir que la vuelta transcurre por un sendero entre pinares con subes y bajas. Es un deporte que no cae en la monotonía, no sólo porque se realizan tres tipos de ejercicios, sino por los parajes tan bellos que transita.
Recupero el ritmo tras media hora cabizbajo uniéndome a dos bichos que me adelantan junto con “el Sandalio”, que definitivamente se queda. Es mi última baza para entrar “campante”  en meta, aunque al límite, tras 5 horas y 4 minutos sin tregua alguna con la inestimable ayuda de Pedro haciendo de liebre. Otra más para el recuerdo.
He de confesar que he atravesado momentos de sufrimientos en los que se me ha vuelto a venir a la cabeza el simple hecho de no volver a pasar por esto. En cambio, hoy mismo, le he propuesto a Lucas plantearnos una Larga distancia (Iron Man) ya para el 2014, porque este año (medio año) está más que cumplido. 
Es sorprendente lo que es capaz de estirar el cuerpo y la mente en retos como este. Esperemos no deje muchas secuelas. Hoy me duele la cabeza. Son 40 años, 10 ya en esto de probarme en la dura resistencia y capacidad de fondo.
Lo verdaderamente importante es que LOS TRES HERMANOS LO HEMOS LOGRADO!!! Hemos conseguido acabar con buen tono y mejor ánimo, junto con 150 deportistas más, en un hermoso sábado de junio, una medio IronMan. Cada uno habrá alcanzar su propio reto, siempre es igual, pero siempre es distinto. 
El 10 de agosto le toca al turno a la Media de Granada. Pero esa es fecha de estar tomando coquinas y almejas de carril en la Isla de Culatra, seguramente después de entrenar por sus interminables playas para la vuelta en septiembre.









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